Estrategias militares y policiales ocupan el lugar que debería tener la ciencia médica
El 8 de abril del 2020 falleció, víctima de la pandemia Covid-19, el médico Wayner Arnulfo Benites Cerna, que laboraba en el Centro de Salud Santa Rosa del distrito de San Juan de Lurigancho (en Lima Metropolitana). Su muerte ha conmocionado a la profesión médica. El Ministerio de Salud (Minsa) ha incurrido en riesgos “evitables” ante la pandemia. El médico tenía 65 años, era susceptible al virus; en consecuencia, debió estar aislado, fuera de su establecimiento de salud. Eso no ha ocurrido. Los equipos de protección personal son escasos y se han priorizado para los servicios del nivel hospitalario, en perjuicio del primer nivel de atención; es decir, de los centros y puestos de salud.
Además, con esto se demuestra la inconsistencia de la división realizada por el Minsa, entre establecimientos que solo atienden a pacientes Covid-19 y aquellos que no atienden a portadores del Covid-19. Esa dicotomía entre Covid-19 y no Covid-19 ha sido una equivocación que, entre otros motivos, ya cobró al médico como víctima. Es necesario tomar en cuenta que los usuarios, que no saben su diagnóstico, por cualquier motivo, aunque sea leve, se dirigen al establecimiento de salud más cercano. Más aún cuando existe una falsa seguridad otorgada por el Minsa, en el sentido de que hay establecimientos de salud que no poseen pacientes Covid-19. Estos errores se deben corregir en el más breve plazo.
La respuesta institucional del Minsa ante la desgracia ha sido que “se compromete a brindar el soporte emocional a la familia de nuestro héroe de la salud, que ofrendó su vida en salvaguarda de la población”. El ministro de Salud ha señalado: “Lamento profundamente la pérdida de un miembro de nuestro equipo de salud. Este evento no hace sino generar un mayor compromiso con el cuidado de nuestros cuidadores; de su seguridad, bienestar y condiciones laborales”. Es insuficiente. El Gobierno debe asumir su responsabilidad como proveedor de los servicios de salud, como empleador y sobre todo porque ha expuesto al médico a riesgo. Corresponde resarcir e indemnizar, además de brindar los honores correspondientes.
El mundo enfrenta una pandemia, no una guerra. La analogía la usó el “Manual de prevención y tratamiento del Covid-19”, del Hospital Adscrito a la Facultad de Medicina de la Universidad de Zhejiang, en su primer párrafo: “Esta es una guerra sin precedentes, en la que toda la humanidad se enfrenta a un mismo enemigo: el nuevo coronavirus. Y el primer campo de batalla es el hospital, donde nuestros soldados son el personal médico”, no debería ser entendido en modo literal. Además, el Manual se refiere al comportamiento hospitalario y no al plan general contra la pandemia del Gobierno chino. Las políticas, las intervenciones y las decisiones para enfrentar el Covid-19 son peculiares, con fundamentos científicos y tecnológicos que requieren información relevante a través de la inteligencia sanitaria. El mismo Manual citado señala que “se trata de una enfermedad nueva, y China fue la primera en sufrir la pandemia. El aislamiento, el diagnóstico, el tratamiento, las medidas de protección y de rehabilitación se han desarrollado desde cero”. Y claro, ahora en el Perú esta analogía China con fines pedagógicos se ha transformado en la parte esencial de la lucha contra la pandemia. Y por tanto, las estrategias militares y policiales han ocupado el lugar que deberían tener las ciencias médicas y de salud.
La creación del Comando de Operaciones parecía resolver la desorganización del Gobierno, debida a la irrupción “sorpresiva” de la pandemia. Sin embargo, luego de escuchar a los altos funcionarios del Minsa y del Gobierno, parece que el Comando de Operaciones es en realidad un comando militar y su estrategia es político-militar. Bajo esa lógica, los médicos son soldados movilizados, cuyas bajas serán consignadas en los partes militares; a los desertores y a los cobardes, se les aplicaría el código militar por traición a la patria. En ese sentido, el aislamiento obligatorio, las unidades de cuidados intensivos con respiradores, los crematorios, el tiempo de espera a que pase la pandemia y los “caídos”, multiplicados por la escasez de recursos, que se convertirán en héroes de la patria.
A pesar del Minsa y del Comando de Operaciones, los médicos y servidores de salud deben apelar a la ciencia médica y de salud para recordar que ninguna epidemia se vence en los hospitales. Las epidemias se derrotan en la comunidad. Los hospitales se abarrotan debido al fracaso del trabajo comunitario. El aislamiento voluntario u obligatorio, personal o por conglomerado, es una forma de enfoque comunitario; pero no basta. Es imprescindible la inteligencia sanitaria. Es decir, hacer la búsqueda activa de los portadores sanos y enfermos para aislarlos y evitar mas contagios, dar soporte al portador del virus para su curación y, si la evolución no es favorable, referirlos a los hospitales.
La búsqueda activa del portador del virus genera inteligencia sanitaria. Y esta, mayor eficacia en la búsqueda activa; así, en modo reiterado, hasta la victoria. Se requiere personal muy calificado, con rigurosas medidas de protección personal, y centros y puestos de salud equipados cercanos, para el relevo y la entrega de muestras idóneas de laboratorio. Y sobre todo, mucha rapidez.
El Gobierno debe hacer público el Plan Nacional de Salud contra la pandemia y el presupuesto adicional para implementarlo.
Por Herberth Cuba García