La estrategia moral en el Perú


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Desnudar las incoherencias y la verdadera trasgresión moral

La estrategia moral es el arma fundamental de la acción política e incluso de las guerras, porque es necesario demostrar que la acción es justa. Luego de enarbolarse con la justicia y la moral, se divide el horizonte político entre los buenos y los malos; de esta manera, las acciones de unos contra los otros se hacen coherentes e imprescindibles. La superioridad moral es el componente imprescindible para la organización política y la progresiva acumulación de fuerzas. No es importante el tamaño de la organización o del partido político si la estrategia moral es fuerte, clara y diferenciada, porque crecerá en modo progresivo con el curso de los acontecimientos.

La estrategia moral se basa en la relativización de los valores para los propios y la inflexibilidad de estos valores para los otros. Es la construcción de un relato, con medios que guían las acciones para obtener fines políticos. La mayoría de las veces crean nuevos principios, valores y conceptos para transgredir otros, motejados como “arcaicos”, “desfasados” y “superados”, y de esta manera “excluir” al enemigo político. Los triunfos y las derrotas políticas empiezan por el triunfo o la derrota moral. La opinión pública es seducida por el relato justificado moralmente, simple y coherente. Y, como ocurre la mayoría de las veces, la seducción es incompatible con la razón.

No basta con triunfar en las preferencias de las mayorías; es necesario, además, darle valores morales a ese triunfo, para deslindar entre buenos y malos, con la finalidad de tener la “justificación” para perseguir a los opositores como si fueran “los malos”, con gran apoyo popular. Si, además, se agrega un “mensaje” coercitivo desde el poder político y del Estado, el apoyo se oficializa y se convierte en totalitario. Una mirada atenta y comparativa, del Perú y del mundo, demuestra cómo han funcionado y han terminado los gobiernos y los Estados basados en la estrategia moral.

La estrategia moral, como toda estrategia, es construida. Forma parte de un estudio sistemático de ideas y convicciones. Es una creación que implica mecanismos sofisticados de información y desinformación, en la que el rol fundamental es ocupado por la desinformación. El mensaje no se construye para la razón de los ciudadanos, sino para reforzar las creencias y “parchar” las costumbres morales.

La semana pasada, en nuestro país se han dado graves acusaciones de corrupción, y la propalación de unos audios en el mismo sentido, que merecen explicaciones y correcciones. Las agrupaciones políticas representadas en el Congreso están en la obligación de ofrecer un relato coherente, que contraste o apoye el relato del Ejecutivo. Los comunicados escuetos de unos cuantos renglones solo han servido para mostrar presencia y luego quitar el cuerpo. Sin embargo, los temas tratados y votados en el Congreso de la República han sido de la mayor envergadura, y han puesto en tensión el rol y funcionamiento de las instituciones y del Sistema Democrático.

Asimismo, se ha evidenciado, sin tapujos, la fortaleza de la estrategia moral del Gobierno y la ausencia de esta en la mayoría de las agrupaciones políticas del Congreso de la República. Peor aún, los líderes de las agrupaciones políticas han sido seducidos, igual que la mayoría de los medios de comunicación y los ciudadanos, por la estrategia moral de Palacio. De la noche a la mañana han invadido las redacciones y las redes sociales nuevos conceptos y enemigos teñidos con fuerza moral. La razón, las normas y los valores democráticos han quedado de lado.

La población, a veces, no advierte la existencia de una estrategia moral. No percibe la relativización de las inmoralidades de los funcionarios del Estado, porque estos se muestran implacables frente a “otros” valores morales de “mayor” envergadura, que crean la sensación de superioridad. Los valores son atados a bienes superiores. Las injusticias concretas son ninguneadas en aras de la justicia abstracta. Son los daños que sufren la ética y la moral de las instituciones, de la democracia, de la ciudadanía y de la República.

El Perú atraviesa por un momento de crisis debido a la brecha que existe entre la moral que muestran los funcionarios y la moral que pregonan ante la población. Además, se han puesto en debate las diversas prerrogativas de antejuicio e inmunidades que irritan al ciudadano. Los vericuetos legales y los procedimientos interminables para tapar el doble comportamiento moral de los funcionarios públicos solo generan falta de credibilidad en el sistema democrático y en su eficacia como sistema de gobierno. En ese sentido, los constructores de la estrategia moral necesitan agregar mayor presión y coerción para ser eficaces y, por tanto, es el salto hacia el vacío que representan los gobiernos dictatoriales y totalitarios.

Es necesaria mayor serenidad. Los líderes políticos deberían tener paciencia, sabiduría y capacidad de renuncia. Enfrentar la estrategia moral es muy difícil, porque requiere tolerancia y, sobre todo, liberarse de las “envolturas morales” para desnudar las incoherencias y la verdadera trasgresión moral. El lenguaje sencillo y el sentido común son los mejores aliados.

Por Herberth Cuba

 

Publicado en: El montonero

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