Inercia en la nueva gestión de Salud


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Se ha repuesto a importantes funcionarios de la gestión anterior

El Gobierno ha elegido a la inercia como mecanismo para resolver la crisis sanitaria. La decisión ha sido tomada, a sabiendas o no, por la propia presidente de la República, al calificar reiteradamente de “muy buena” o “excelente” a la gestión de la exministra Rosa Gutiérrez; incluso ha llegado a decir que su gobierno ha perdido a una excelente ministra de Salud. Si la propia presidente considera que la gestión de Gutiérrez fue buena, y que además habría renunciado por dignidad –debido a la presión política por haber sido citada al Pleno del Congreso para que responda a aspectos esenciales ligados a la gestión sanitaria; por ejemplo, la epidemia de dengue– entonces, quiérase o no, ha trazado la línea de trabajo expresada en la inercia continuista por parte del nuevo ministro de Salud.  

Asimismo, apenas asumió el cargo el nuevo ministro, César Vásquez Sánchez, cesó –como se acostumbra– a asesores y otros funcionarios de confianza de la anterior gestión; sin embargo, sólo dos días después dos altos funcionarios cesados fueron repuestos. En un caso, con una resolución que dejó sin efecto la resolución de cese; y en el otro, mediante una nueva resolución de designación. Dada las características de las responsabilidades de estos funcionarios, es obvio que esas reposiciones tienen como finalidad sostener la inercia de la gestión ministerial anterior. En el caso de que el gobierno hubiese deseado realizar cambios de gestión para redireccionar u optimizar la labor del Ministerio de Salud (Minsa), estos altos funcionarios, cercanos al poder de turno, hubiesen sido colocados en otras esferas del Gobierno. Sin embargo, eso no ha ocurrido y, por tanto, al reponerlos hay una decisión conservadora en el Gobierno, y también se hace evidente el asentimiento pasivo del nuevo ministro de Salud.

Por otro lado, el retroceso en los ceses del ministro podría interpretarse también de diversos modos. Primero, que ha tenido falta de capacidad personal de convocatoria para atraer nuevos cuadros, o debido a que el partido político del que proviene adolece de estos. Segundo, que siguió indicaciones de sus jefes inmediatos en el Gobierno. Tercero, que sea sugerencia de su partido político o de algún otro ligado al Gobierno.  Cuarto y último, que haya intermediado algún grupo de interés ligado al sector salud. 

Sea cual fuere la interpretación de lo que sucede en el Gobierno y el Minsa, es necesario que el nuevo ministro elabore sus lineamientos de política y las principales medidas con la evidencia científica que requiere su sector en el marco de la Política General de Gobierno vigente. En ese sentido, el artículo 130 de la Constitución Política, da las pautas, para presentarse ante el Congreso de la República, pero, en este caso, al ser solo sectorial, entonces, son las comisiones de Salud y Población y otras conexas, las que citan para ese fin.  Sin embargo, ha concluido la legislatura y recién en la quincena de agosto se instalará la nueva comisión para el periodo 2023-2024, por tanto, el nuevo ministro posee un largo periodo para realizar esa tarea. Esta ventaja de tiempo, es aparente y engañosa para el impacto de su gestión, porque sin lineamientos claros y sin medidas concretas inmediatas, producto de un diagnóstico de la realidad, es imposible realizar una gestión fructífera, menos aún, sostener ante la presidente y ante el Consejo de Ministros, una evaluación crítica de la anterior ministra y proponer nuevas políticas, cambios y transformaciones e, incluso, mejorar el financiamiento y su ejecución, no solo en el Minsa, sino en los gobiernos regionales y locales, en los que resta del año. En ese sentido, es urgente, que la población y los propios servidores del Minsa, conozcan el detalle de las nuevas propuestas y su norte estratégico. 

Entre las falencias detectadas en la gestión anterior han sido las de vocería y credibilidad. Las disculpas ofrecidas por la exministra ante el Pleno del Congreso estuvieron relacionadas con este acápite. (“Quince días se controla el dengue” y otras más de este tipo). El Ministerio de Salud, es el ente rector del Sistema Nacional de Salud, por tanto, su mensaje o comunicación deben estar imbuidos de suficiente evidencia científica que merezca credibilidad. Sin embargo, el nuevo ministro, al resaltar su aspecto político, no ha resuelto estas inconsistencias, incluso, se ha agravado, porque la vocería técnica ha desaparecido. Es obvio que cada persona o funcionario tiene su estilo, sin embargo, la comunicación en salud y, en especial, la comunicación de riesgo es un elemento clave en la gestión sanitaria.  En esta nueva gestión ya ha habido ausencia de conferencias públicas para la presentación de su equipo de gestión, para presentar las nuevas estrategias frente al dengue, apreciar y contextualizar los casos de Guillain-Barré, el virus respiratorio sincitial (VRS), el caso en Lima de tos convulsiva, entre otros. Estos hechos generan zozobra o pánico en la población, más aún, luego de la experiencia de la Covid-19, por tanto, el nuevo ministro debe dedicarle tiempo y personal, para asegurar una óptima comunicación institucional. En ese sentido, se puede apelar en cada caso, a voceros expertos que refuercen con detalles las grandes líneas comunicacionales del ministro, pero, estos, a pesar de sus esfuerzos, no pueden lograr el impacto de un ministro porque es irremplazable. 

Tampoco se ha evaluado, hasta la fecha, los conflictos y sus secuelas durante la gestión anterior originados por las “transferencias de responsabilidades y culpas” entre el Minsa, como gobierno nacional, y los gobiernos regionales y locales con relación a la epidemia del dengue. Según la exministra, las competencias en salud estaban transferidas a las regiones, a pesar, que contradecía la norma, que señala que las competencias en salud son compartidas. El nuevo ministro, al afirmar su rectoría sobre su sector y sobre el Sistema Nacional de Salud, debería poner fin a estos conflictos, resolver los impactos negativos de las secuelas y asumir las responsabilidades compartidas en salud. 

Como se puede apreciar, el gobierno adolece de una adecuada evaluación de la magnitud de la crisis sanitaria heredada. Tampoco escucha los reclamos airados de la población. Además, le cuesta reconocer errores, a pesar de las evidencias y de los estragos que sufre la gente. Es obvio, que hay falencias en la gestión que deben ser corregidas y que el nuevo ministro debe acometer con prisa y con eficacia. En consecuencia, se requieren cambios y transformaciones con nuevos liderazgos y gestores. La inercia no sirve. 

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