Gobierno anuncia grandes cambios en las medidas sanitarias
En la conferencia habitual luego de la sesión del Consejo de Ministros, el gobierno anunció la eliminación del uso obligatorio de la mascarilla en espacios abiertos, en aquellas regiones en las que se haya alcanzado el 80% de la aplicación de la tercera dosis de la vacunación en la población mayor de 60 años y más del 80% de la aplicación de la segunda dosis en la población mayor de 12 años. En ese sentido, las regiones que cumplen son Áncash, Callao, Lima Provincias y Lima Metropolitana. Además, el gobierno señaló que estos cambios se realizarán a partir del primero de mayo del 2022, fecha en que se vence el decreto vigente y se promulga uno nuevo. El director general del Centro Nacional de Epidemiología, Prevención y Control de Enfermedades (CDC Perú) señaló que “la tercera ola ya acabó, tenemos cifras muy bajas en casos nuevos, así como hospitalizados, cada vez tenemos menos casos. Además, la aplicación de la segunda y tercera dosis está avanzando progresivamente”. Sin embargo, recalcó que si el “escenario epidemiológico cambia se pueden cambiar estas medidas”.
Estas decisiones del gobierno no satisfacen, debido a que no existe una explicación científica coherente que las justifique y, por tanto, da la impresión de que se pretende crear un mecanismo de gratificación por el cumplimiento de la meta de la vacunación. Es decir, que la población vacunada haga presión social contra los que no están vacunados, con la finalidad de conseguir, como recompensa, liberarse de las mascarillas. Es peligroso que mediante normas se nieguen las expectativas de liberarse de las mascarillas con argumentos pueriles y sin basamento científico, porque la población luego que desentraña esas faltas de coherencia y de evidencia las pasa por alto y las desobedece. En consecuencia, el gobierno, que necesita recobrar confianza y credibilidad para luchar contra la pandemia, agrava su situación, pierde liderazgo y complica la gestión de la emergencia sanitaria.
Una primera afirmación, que requiere análisis por las implicaciones en la percepción de los ciudadanos es que “la tercera ola ya acabó”. Esta frase es compleja, porque implica dar por entendido que si la tercera ola ya acabó podría venir una cuarta, y, por tanto, nos encontraríamos en un periodo de “silencio epidemiológico”. O puede entenderse que la frase “la tercera ola ya acabó” significa que la pandemia ya acabó y que se ha entrado en un periodo de endemia; es decir, con casos habituales permanentes en el tiempo en algunas regiones determinadas.
El gobierno, al no precisar el estado en que se encuentra la gestión de la pandemia, genera expectativas que tienen implicaciones contradictorias en la población, en los funcionarios involucrados en la conducción del Estado y en la sociedad civil. La controversia surgiría, por ejemplo, al momento de tomar decisiones en relación con los aforos de los colegios, universidades, hospitales, centros comerciales, restaurantes, empresas, transporte, entre otros. Así como para decidir el momento adecuado para levantar la declaratoria de emergencia y sus implicancias en los recortes presupuestales.
Una segunda afirmación, es que “la segunda y la tercera dosis de vacunación están avanzando progresivamente”. Sí es cierto; sin embargo, no se precisa si el avance es lento o rápido, si es uniforme y universal o al contrario que existen bolsones con escasa cobertura de vacunación, como son las poblaciones de las comunidades nativas u originarias, las comunidades dispersas y alto andinas y los renuentes a la vacunación. Además, tampoco se precisa el impacto que tendrían esas bajas coberturas frente al uso de las mascarillas, sobre todo, si se tiene en cuenta que esas poblaciones viven en general rodeadas de espacios libres y naturales.
Ligar las coberturas de vacunación al uso de las mascarillas al aire libre o espacio abierto es contraproducente porque no tiene evidencia científica y, por tanto, es de esperar una alta tasa de desobediencia civil. El estudio de la contagiosidad de la Covid-19 ha demostrado que se realiza por aerosoles y por las vías respiratorias. En ese sentido la mascarilla es útil cuando existe cercanía entre la persona portadora y la receptora, como ocurre en los espacios cerrados o en las aglomeraciones o colectividades cerradas. Esos requisitos no se cumplen en los espacios abiertos o al aire libre. En ese sentido, el gobierno para guardar coherencia con la ciencia y la tecnología debería suprimir, sin condiciones, el uso de la mascarilla en los espacios abiertos o al aire libre.
Una tercera afirmación es que “el decreto supremo que regula la emergencia sanitaria se vence el primero de mayo y que deberá promulgarse otro”. Es decir, es necesario aún esperar 10 días para que en las ciudades “beneficiadas” sus habitantes se saquen las mascarillas. Es obvio, que la población interpretará que no tiene sentido esperar y desde ya se las quitará. Por otro lado, la incertidumbre que ha creado el futuro decreto supremo está en relación con los recortes presupuestales, habida cuenta que el gobierno podría entender la frase “la tercera ola se acabó”, como que “la pandemia se acabó”.
En consecuencia, es probable que el decreto de urgencia elimine las contrataciones de personal para enfrentar la pandemia, que se proceda a eliminar los servicios complementarios (horas extras) del personal especialista en salud, que se desactiven y despidan a las brigadas de salud o que se eliminen diversos estipendios de algunos grupos ocupacionales, como de los internos de Medicina. Asimismo, que se suspendan los proyectos de inversión para fortalecer los puestos y centros de salud del Primer Nivel de Atención en Redes Integradas de Salud con enfoque comunitario.
La conferencia de prensa y las declaraciones de los funcionarios han creado incertidumbre y preocupación. Cuidado con el recorte presupuestal, la precarización del trabajo y los despidos.