La emergencia es también un evento político
La revisión del portal web institucional de la Dirección General de Gestión de Riesgos y Desastres y Defensa Nacional en Salud (DIGERD) del Ministerio de Salud (Minsa) permite apreciar la capacidad comunicacional de esa dirección, la del despacho viceministerial de Salud Pública de la que depende y la del Minsa en su conjunto. Es de esperar que en plena emergencia por las lluvias y por los desastres del mal llamado ciclón Yaku, esta dependencia del Minsa genere y publique información útil para los servidores del sector Salud y también para la población.
Sin embargo, eso no ha ocurrido. Al margen de una visión cronológica de algunos tuits sobre la marcha de la emergencia y de ciertas actividades de esa dirección general, no hay contenidos relevantes, menos aún estudios serios con base en la ciencia y la tecnología. Esta falencia debería corregirse en el más breve plazo, para evitar que la población sustituya la opinión fundada en evidencias científicas por “lecturas” en las redes sociales, con alto nivel de desinformación o información tendenciosa y sesgada.
Falta que el Minsa comprenda que una emergencia por lluvias, como la actual, es también un evento político de la mayor trascendencia. No se debe pasar por alto, que esta declaratoria de emergencia es útil para enfrentar el desastre por las lluvias y también para hacer frente al abuso del derecho de protesta de la población en algunas zonas, con actos de violencia, bloqueo de vías, agresiones contra la integridad personal y de la propiedad, entre otros aspectos que aborda el Decreto Supremo 032-2023-PCM.
El decreto resalta la necesidad de asegurar la transitabilidad de diversas vías nacionales, como la carretera panamericana, carretera central, la interoceánica del sur, el corredor vial Apurímac, Cusco y Arequipa, entre otras. En una circunstancia como la actual, en que se mezclan los desastres con las protestas, las acciones de los diversos órganos del gobierno deberían ser publicadas mediante mecanismos de comunicación estratégica y de riesgo diseñados con eficacia, oportunidad y neutros políticamente para evitar la ampliación del conflicto social, así como para aprovechar la natural solidaridad que cunde en los ciudadanos en los eventos catastróficos.
En el Diario Oficial el Peruano del 13 de marzo del 2023, se publica unos consejos bajo el título “Minsa: siga estas recomendaciones para cuidar la salud ante la temporada de lluvias. El sector salud recomienda no automedicarse y acudir al establecimiento de salud más cercano”. En ese sentido se refiere a los cuidados para evitar la reproducción de los zancudos aedes egypti, transmisores del dengue, zika y chikungunya, debido a la acumulación del agua en recipientes, usar ropa de color claro, uso de mosquitero y el repelente contra mosquitos. Asimismo recomienda evitar las aguas estancadas para evitar la leptospirosis, eliminar los “refugios” de los roedores, prevenir las infecciones respiratorias, impedir las diarreas con el aseo de manos, higiene, lavado de las frutas y verduras y la vacunación. Las recomendaciones son útiles, sin duda, pero son insuficientes y precarias.
Una emergencia, como la producida por las lluvias, afecta no solo a los ciudadanos, a los animales, a las viviendas y a otros aspectos relacionados, sino también al funcionamiento del Estado. En estas circunstancias es crucial el funcionamiento de las instituciones como Reniec, registros públicos, salud, educación, trabajo, transporte, alimentación, albergues, así como los programas sociales, seguridad ciudadana, prevención de la violencia contra la mujer y la niñez, entre otros. Por ejemplo, según el reporte del Minsa hasta el 11 de marzo del 2023 se habían afectado 88 establecimientos de salud: 16 en Lambayeque, 47 en Piura y 25 en Tumbes. Un día después, en declaraciones a la prensa, la ministra de Salud señaló que “intensas lluvias afectan a 343 establecimientos de salud del primer nivel de atención” y que luego de la intervención de su sector, sólo había 10 inoperativos.
Parece que el Minsa ha tenido una excelente respuesta, o quizá un serio problema de información. En ese sentido, la intervención social requiere información rápida, oportuna y de calidad que contenga no solo aspectos cuantitativos, sino también aspectos cualitativos relativos al comportamiento social y la forma en que la población enfrenta la situación. El llenado de la ficha de evaluación de daños y la del análisis de las necesidades, realizado sobre una realidad que es cambiante, deben ser hechos con esmero y diligencia. Asimismo, con una información confiable se puede desplazar brigadistas, equipamiento e infraestructura móvil, con eficacia y eficiencia.
La población debe conocer la etapa en que se encuentra durante la intervención del Estado, para que ajuste sus demandas a las posibilidades que otorga cada etapa. Necesita diferenciar la emergencia propiamente dicha de la rehabilitación y la reconstrucción. De igual manera el Minsa debe comunicar los resultados de la Vigilancia Epidemiológica para que los ciudadanos conozcan el desenvolvimiento de las enfermedades en las zonas y poblaciones afectadas, pero también de la Vigilancia Sanitaria, para que tomen en cuenta las capacidades de respuesta de cada uno de los servicios de salud adscritos a esas zonas y que están a su servicio, así como los determinantes económicos, sociales y culturales incluidos en el análisis de la situación de salud local y regional.
Como es obvio, la participación social en este proceso es crucial, porque es la palanca para cualquier intervención. Los ciudadanos, en medio del estrés y el sufrimiento por el desastre, se organizan, exponen sus necesidades, reclaman, exigen y pugnan mediante un proceso de catarsis personal y colectivo, que es parte de la intervención social frente a los desastres. Las intervenciones sociales se realizan con enfoque comunitario para que tengan impacto. La dificultad siempre será cerrar la brecha entre la creencia popular y sus costumbres, frente a la ciencia y la tecnología, sobre todo en momentos de confrontación contra la muerte, las enfermedades y las pérdidas económicas. La población, durante el diálogo y el debate, aprenderá a valorar al profesional o al “experto”, con métodos sencillos y tangibles, con evidencias empíricas y científicas. ¡Más presencia y mejor liderazgo!