El enfoque comunitario frente a la analogía del martillo


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Es urgente cambiar de paradigma en la lucha contra el Covid-19

La analogía del martillo utilizada por el gobierno para explicar la inmovilización social obligatoria y la cuarentena para enfrentar la pandemia Covid-19 ha causado pánico, debido a que nuestro país no olvida la rudeza de los “paquetazos económicos” del pasado. Además, resulta inconsistente su aplicación por las características peculiares de nuestra realidad, como la segmentación económica, el aislamiento geográfico de las poblaciones (en regiones, provincias y distritos), la diversidad de culturas y la informalidad, entre otras. 

La segmentación económica es muy marcada. Los ciudadanos pudientes habitan en sus propios conglomerados distritales, ajenos a los distritos que albergan a los conglomerados poblacionales de las clases medias bajas y pobres. La relación entre estos segmentos poblacionales es poca, y las correas de transmisión se realizan casi solo para fines de la producción social de la gran urbe, en el caso de Lima. Eso, en menor menor escala, se reproduce en todo el país.

La extensión territorial y la diversidad geográfica han obligado a la población a afincarse y adecuarse en zonas ligadas a sus emprendimientos productivos, a pesar de que estos villorrios, caseríos o distritos se encuentren alejados unos de otros.  En ese sentido, Lima Metropolitana no es un modelo para generalizar.

La riqueza de nuestra diversidad étnica y cultural plantea el requisito de la comprensión intercultural para las acciones de promoción, prevención, curación y rehabilitación de los habitantes de cada uno de los 62 grupos étnicos que posee nuestro país. Además, las epidemias, debido a su presentación intempestiva y violenta, representan una amenaza para su propia sobrevivencia.

La población que vive en la informalidad –que bordea el 70% en sus diversos grados y que es transversal a cada uno de los segmentos poblacionales, en las diversas zonas geográficas y en las diversas etnias– dificulta la implementación de políticas sociales uniformes debido a la incapacidad de estos ciudadanos de generar ahorro para el mediano y largo plazo. Además, la informalidad existe a través de la evasión inteligente de las políticas de Estado en modo conveniente y en su propio provecho.

El movimiento de la economía se ajusta a esta diversidad. Los mercados se asientan en la diversidad. Las empresas pequeñas, medianas y grandes adaptan sus necesidades productivas a los requerimientos del lugar donde producen. Los desajustes pueden generar conflictos que, luego de negociaciones, pueden prosperar o fracasar. Esa es la dinámica. Los empresarios que mejor comprenden la realidad local tienen mayor éxito.

Los grandes esfuerzos del Gobierno para implementar el aislamiento poblacional han sido encomiables, a pesar de la severa afectación de la economía nacional. Además, las precariedades del sistema sanitario y las características peculiares de nuestro país han hecho que el impacto de ese gran esfuerzo contra la pandemia no haya sido el esperado. Es necesario enmendar la política del martillazo. Corregir el error de promover el enfoque hospitalario, en detrimento del enfoque comunitario, y la acción vertical desde las altas esferas del gobierno.

El enfoque hospitalario ha sido un mecanismo reflejo y espontáneo debido a la precariedad de los hospitales, a la escasez de camas especializadas y ventiladores mecánicos. Como es conocido, la precariedad y la pobreza empujan hacia la respuesta curativa inmediata y hospitalaria. Sin embargo, no basta para enfrentar la pandemia. Bajo la lógica del enfoque hospitalario, el aislamiento obligatorio con cuarentena debería continuar hasta encontrar un tratamiento eficaz, conseguir la “inmunidad de rebaño” y la vacuna contra el Covid-19. 

Ha sido un error no apelar a los propios ciudadanos para que, con el debido respeto de sus propios usos y costumbres, resuelvan las contingencias de la pandemia; sobre todo, en las medidas de promoción de la salud y la prevención de la enfermedad. Es decir, el trabajo en la comunidad, para la comunidad y con la comunidad. Los conocimientos de la ciencia y la tecnología aplicados en modo sencillo, con métodos asequibles y confiables, deberían tener un respeto irrestricto de sus usos y costumbres. El enfoque comunitario implica aquilatar y valorar los liderazgos comunales, locales y distritales. Lograr la participación de cada uno de los pobladores, a través de sus propias organizaciones, contra la pandemia. Dotar con equipos de protección personal, fortalecer los centros y puesto de salud del primer nivel de atención, proveer pruebas moleculares seguras y confiables para realizar la búsqueda activa del virus en la comunidad en los portadores sanos, en los enfermos leves y graves, y organizar aislamientos personales, familiares, comunitarios, por conglomerados poblacionales, entre otros. 

Es incomprensible que la visión mercantilista haya dejado de lado la experiencia y los conocimientos en el trabajo comunitario de los servidores de salud en cada uno de los 8,000 establecimientos de salud adecuados a los usos y costumbres de los lugareños, en la totalidad de nuestros 1,874 distritos. Las epidemias, que en modo constante asuelan a las diversas regiones, son combatidas, a pesar de los escasos recursos, con el trabajo comunitario y con el soporte tecnológico y científico del nivel regional, nacional e internacional. El enfoque comunitario es la forma natural y viable de salir del aislamiento obligatorio y de la cuarentena que afecta a los peruanos. Es urgente cambiar de paradigma. No perdamos el tiempo.

Por Herberth Cuba

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