Día Mundial de la Ética Médica


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“Hacer el bien”, verificando que no se hace daño

La primera Asamblea General de la Asociación Médica Mundial fue realizada el 18 de septiembre de 1947. Y en la 54 Asamblea General, efectuada en septiembre del 2003 en la ciudad de Helsinki, se aprobó la resolución que instituye al 18 de setiembre de cada año como Día Mundial de la Ética Médica. La Primera Asamblea General se realizó solo a dos años de culminada la Segunda Guerra mundial, cuando la población tomaba conocimiento de las atrocidades contra la humanidad cometidas desde la década de los años treinta hasta 1945. Parecía increíble que la ideología totalitaria y el Estado al que dio origen hubieran podido organizar burocráticamente y sin cargo de conciencia una serie de actividades que dañaban a los seres humanos, incluso hasta producirles la muerte, por la creencia en la supremacía aria y el racismo. En aras de la investigación científica, se reclutó o enroló a sujetos de investigación sin su consentimiento, y con “protocolos de investigación” de dudosa evidencia científica, solo con la justificación de la utilidad para la guerra. Y porque los sujetos de investigación, que provenían de las denominadas razas inferiores, estaban retenidos en campos de concentración. 

La consternación de la humanidad ante tales revelaciones instó a la profesión médica a pronunciarse y a elaborar códigos éticos y morales para vigilar y cautelar su ejercicio profesional, con la finalidad de que no se repita en el futuro la participación de malos médicos. En ese sentido, en 1947 se aprobó el Código de Nüremberg, que significó el inicio de las regulaciones éticas a nivel mundial, que luego progresivamente fueron incluidas en las legislaciones internas de los países. En esa misma línea fue aprobada en 1964 la Declaración de Helsinki, que señaló el marco regulatorio de la participación de la profesión médica en la experimentación científica. 

En el Perú, con el artículo 28 de la Ley General de Salud (Ley 26842) se incorporó el código a la legislación nacional para que “la investigación experimental con personas debe ceñirse a la legislación especial sobre la materia y a los postulados éticos contenidos en la Declaración de Helsinki y sucesivas declaraciones que actualicen los referidos postulados”. Asimismo se ha precisado sus alcances, con los decretos supremos 017-2006-SA y 021-2017-SA , referidos a los ensayos clínicos. Durante la pandemia se promulgó el Decreto Supremo 014-2020-SA, para el desarrollo de ensayos clínicos de la covid-19. También se promulgó el Reglamento de Aplicación de Sanciones Relacionadas a las Infracciones al Reglamento de Ensayos Clínicos (DS 018-2023-SA).

Como se puede apreciar, el Reglamento de Sanciones recién se ha promulgado en julio del 2023, después de haber culminado la declaratoria de emergencia sanitaria, y luego de haber ocurrido en el Perú, el caso conocido como “vacunagate”, relacionado a ensayos clínicos de vacunas contra la Covid-19, y que involucraron, también, a las más altas autoridades del Estado. Esta tardía promulgación del Reglamento de Sanciones evidencia, que las lecciones del pasado, incluso, las peores páginas de la historia se repiten, si no existe una ciudadanía vigilante y un gobierno que cautele los derechos humanos. A pesar de las falencias y los retrasos, los involucrados del más alto nivel político del caso Vacunagate, han sido sancionados políticamente, aunque los resultados de sus aspectos judiciales aún están pendientes. En cierta manera, la democracia ha funcionado y ha sido eficaz contra la impunidad.   

Los principios de la Ética Médica son valiosos instrumentos que permiten guiar el comportamiento de los médicos y su inclusión en las leyes permite asegurar su cumplimiento también por las personas, que no son médicos. En ese contexto, la mayor contribución a la humanidad es el principio “primum non nocere”, que significa, “en primer lugar no hacer daño”. Es conocido, también, como el “principio de no maleficencia”, y es la base fundamental del comportamiento médico. Este principio crea la unidad del comportamiento para la protección del ser humano, de la vida animal y vegetal, así como, del medio ambiente. Por tanto, antes de intentar “hacer el bien” primero se debe verificar que no se hace daño.  

Toda acción humana se realiza como expresión de la voluntad y del poder.  En ese sentido, la abstención de hacer daño es una decisión con implicaciones éticas que atañen al uso inherente del poder. En ese sentido, el ejercicio del poder cada vez mayor del hombre sobre la naturaleza, debe expresarse en no infringirle daño, convivir con ella y darle sostenibilidad. De igual manera implica la eliminación de la dominación, aún existente de seres humanos contra seres humanos. El principio de no maleficencia es la condición previa para aplicar el principio de beneficencia. Es decir, para hacer el bien, primero, no se debe hacer daño.

Si no se toma en cuenta la abstención del daño previo, ocurre que el principio de beneficencia organizado por las burocracias de los Estados con el “atributo” o justificación de hacer el bien, solo los lleva a dominar la naturaleza, a dañarla y a hacerla útil, así como, también sirve para mantener el dominio de unos seres humanos contra otros seres humanos. Los ejemplos, son abundantes: el castigo a los niños para hacerles el bien y educarlos o formarlos. La dominación de “pueblos salvajes”, para educarlos y civilizarlos. Imponer por la superioridad de la guerra estilos de vida “civilizados, democráticos y modernos”. Utilización de la “guerra sucia” para hacer el bien a la patria e incluso “salvarla”. La finalidad del principio de beneficencia es ambigua, instrumental y dúctil al poder, por tanto, debe colocarse un punto referente, que es el de la “no maleficencia”, para que le otorgue sentido y sirva en la práctica cotidiana, ahora sí, para implementar el bien en la vida cotidiana de todos los seres humanos sin distinción.  

La protección de la naturaleza, del medio ambiente, de la fauna y de la flora, así como, la igualdad entre los seres humanos, sin dominación, ni discriminación de ningún tipo, sería posible, si se aplicara, en primer lugar, el principio de no hacer daño. (Primum non nocere). El 18 de setiembre de cada año, sirve para repensar y enarbolar la ética médica. También, para cuestionar aquellas corrientes éticas que distorsionan sus principios, al introducir, por ejemplo, al agente financiero, entre la relación médico paciente o médico comunidad, tal como propone la bioética. ¡Es urgente retomar la ética médica!

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