En lo que va del año hay más de 230,000 casos en el país
El 18 de agosto del 2023,el Centro Nacional de Epidemiología, Prevención y Control de Enfermedades (CDC-Perú) del Ministerio de Salud (Minsa) ha emitido la Alerta Epidemiológica AE-CDC-016-2023 “Epidemia de dengue en el Perú: extensión a nuevos distritos” con la finalidad de alertar ante la extensión epidémica del dengue para intensificar las medidas e intervenciones sanitarias para controlar la epidemia. En ese sentido, señala que “hasta la semana que va desde el 30 de julio al 5 de agosto (semana 31 del 2023) se han notificado 230,209 casos de dengue confirmados y probables, con un promedio de 7,426 casos por semana. También se han notificado “398 defunciones (313 confirmadas por laboratorio y 85 están en investigación). Las cifras, si se evalúan en contexto, son altas porque según el CDC-Perú representan un incremento de 378% de casos comparados al mismo periodo del año 2022 y de 269% en comparación al año 2017, en que ocurrió el fenómeno de El Niño costero que produjo a la mayor epidemia de dengue de nuestra historia”.
Hay aspectos adicionales que resalta el CDC-Perú del Minsa: primero, que en 20 de las 25 regiones se registran casos de dengue. Segundo, que de los cuatro serotipos que tiene el virus del dengue circulan el DENV-1 y el DENV-2 a nivel nacional; pero también el DENV-3 en Cajamarca y Lima. Tercero, que los mayore números de fallecidos han ocurrido en Piura (136), Lambayeque (120) e Ica (54). Cuarto, que el mosquito transmisor del dengue (además, del zika y chikungunya) se encuentra ya reportado en 22 regiones, 94 provincias y 538 distritos. Quinto, es que la residualidad del larvicida piriproxifen no es mayor de un mes y, por tanto, no garantiza un control en el tiempo y las coberturas del control larvario y la muerte de los mosquitos adultos son menores al 80%. Sexto, el CDC-Perú señala que la población no adopta conductas preventivas adecuadas. Ante estos aspectos, que forman parte, también, de los determinantes económicos, sociales y culturales de la salud, plantea una serie de recomendaciones que han sido agrupadas en ocho grupos.
La primera recomendación está relacionada con las acciones de respuesta al brote, que implica analizar los casos probables, su confirmación y la persistencia de brotes activos y su aparición en distritos nuevos. Esto va acompañado con el desplazamiento de los equipos de respuesta rápida y la obtención de muestras, además, de la implementación de la “sala situacional integrada con la información de epidemiología, salud ambiental, estrategia sanitaria de metaxénicas, laboratorio, promoción de la salud y comunicaciones”.
Las recomendaciones 2 y 3, están relacionadas con la vigilancia epidemiológica con una notificación oportuna de los casos probables y confirmados, así como, la atención de las personas, según la “guía de práctica clínica para el dengue”. Las recomendaciones 4 y 5 versan sobre la organización de los servicios de salud para fortalecer las capacidades de respuesta para enfrentar el brote o la epidemia con servidores de salud capacitados, con medicamentos y otros productos sanitarios indispensables y con equipos biomédicos como monitores, ventiladores, entre otros. Asimismo, fortalecer la vigilancia y el control de los mosquitos. En ese sentido, ya existe una norma técnica para dicho fin. La recomendación 8, está relacionada con el fortalecimiento de la capacidad de ayuda diagnóstica mediante el laboratorio, que deberá procesar las muestras dentro “de las 48 horas hábiles” luego de haberlas recibido.
Las recomendaciones 6 y 7 están relacionadas con la promoción de la salud y la comunicación del riesgo. Dos aspectos cruciales que deben tener como objetivo el cambio de comportamiento de las personas, de la comunidad y de toda la población en cada uno de los distritos en riesgo. Además, según el propio CDC-Perú del Minsa estos aspectos son representados dentro de los determinantes en la transmisión del dengue debido “a que la población no adopta conductas adecuadas en la eliminación de inservibles y además, tiene baja percepción de riesgo para la enfermedad.
A pesar de que las actividades a desarrollar son revisadas con detalle, sin embargo, falta una apreciación de conjunto que permita comprender el enfoque comunitario, que implica, por un lado, fortalecer las relaciones intersectoriales (relación de las instituciones del Estado con otras instituciones del mismo Estado) que tienen actividades relacionadas que podrían favorecer el desarrollo de la epidemia por inacción o, al contrario, contribuir decisivamente en su control con su participación. Es decir, sus acciones coordinadas logran sinergias, complementariedad y ayuda mutua. Los diversos ministerios y sus organismos descentralizados deberían coordinar trabajos conjuntos a nivel local. En ese sentido, las autoridades municipales y regionales son esenciales.
Por otro lado, las relaciones entre las organizaciones del Estado con la comunidad, con la población organizada para diversas actividades propias de las poblaciones en sus distritos. Este trabajo casa por casa, con brigadas constituidas por la propia población, con actores sociales capacitados y motivados permite multiplicar el efecto de los servidores de los establecimientos de salud, con la ventaja, que también se convierten en ejemplo, o en referentes sociales que al final se vuelven trazadores de la acción sanitaria. Entre crear nuevas organizaciones sociales de participación social o insertarse en las ya existentes para enfrentar la epidemia, siempre es preferible emprender la segunda opción, a pesar de las dificultades, que a veces implica, lidiar con grupos ya organizados y con liderazgos definidos. Las controversias si es que se producen, bien conducidas, consolidan la participación social.
La preocupación mayor de los funcionarios, equivocadamente, está centrada en lograr actas de compromiso, incluso desde el primer contacto, con la finalidad de “justificar su trabajo”. Por último, la comunicación del riesgo es imperceptible, si es que se realiza en el plano intelectual o racional. Al contrario, es necesario, que la población tome conocimiento con detalle la casuística, si es posible, la más cercana a su domicilio, para que asuma el riesgo, con un grado de conciencia de pertenencia e identidad social. El enfoque intercultural deja de tener sentido, si solo implica, una traducción de los mensajes “gubernamentales,” leídos en medios ajenos a su cotidianeidad. Los mensajes con pertinencia lingüística y cultural deben, además, estar insertos en la forma en que viven las personas en sus múltiples facetas humanas en el curso de su vida o, incluso, en la forma en que asumen la muerte. ¡Las epidemias se vencen en la comunidad y con la comunidad!