Nacionalismo, geopolítica de las vacunas y los países pobres


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Hay una desigualdad grotesca en la distribución de las vacunas

Luego de que el número de fallecidos debido al Covid-19 alcanzara, el día 28 de marzo del 2021, la cifra de 231 por día, y que el ministro de Salud confirmara que la variante brasileña alcanza ya un 40% del número de casos, la población ha entrado en alarma, desconcierto y pánico. Un medio de comunicación ha señalado la necesidad de postergar las elecciones generales del 11 de abril del 2021. Además circulan, en el mismo sentido, a través de las redes sociales, no solo comentarios sueltos sino incluso opiniones de algunos especialistas. Sin embargo, el ministro de Salud aún no ha dado publicidad al informe científico que demuestre la magnitud de sus aseveraciones y, por tanto, está en deuda con la comunidad científica y la población en general.

Es necesario aclarar, no solo el universo total que ha sido objeto de investigación con la finalidad de graficar y evaluar la magnitud del 40%, sino también aclarar el universo de estudio, los materiales y la metodología empleada. Más aún, si se sabe que el Perú aún no realiza, en modo masivo, la búsqueda activa de las variantes del virus mediante la vigilancia genómica. Las declaraciones ministeriales, por lo pronto, sin sustento científico, a pesar del impacto terrorífico que han causado, no han sido seguidas de la exigencia de evidencias científicas, por parte de los propios investigadores, de los congresistas y, más aún, de los candidatos que participan en el proceso electoral. Por otra parte, es coincidente también la insistente circulación en las redes sociales de las pautas legales para exonerar el pago de la multa en caso de ausencia a votar. Es obvio que a estas alturas resulta necesario asegurar la realización del proceso electoral, así como la transparencia del gobierno en la lucha contra la pandemia, de tal manera que no se viole su neutralidad por acción u omisión. 

El gobierno, lejos de generar alarma, debe presentar la contrapartida; es decir, las medidas sanitarias eficaces para enfrentar la pandemia. Eso no ha ocurrido. Encima, ha introducido un nuevo escenario, más complejo, debido a la masiva presencia de la variante brasileña. Como sabemos, la comunidad científica se encuentra en plena investigación sobre la capacidad de las nuevas variantes de escapar de la eficacia de las vacunas.

En ese contexto, los países han puesto mayor énfasis en vacunar a sus propias poblaciones, en el más breve plazo, con la finalidad de evitar la aparición de nuevas variantes que pongan en riesgo la eficacia de las vacunas ya existentes y de esa manera vencer la pandemia y reactivar la economía. Con esa finalidad los países que han desarrollado las vacunas (EE. UU., Gran Bretaña y la Unión Europea) han recibido el 90% de los 400 millones de vacunas que se han producido hasta la fecha y, por tanto, han logrado una situación ventajosa frente a las empresas farmacéuticas, debido a que estos gobiernos han participado con preinversiones y flexibilización normativa, incluso desde el inicio de la investigación y creación de las nuevas vacunas. Es obvio, que tienen una posición preferente para inmunizar a sus propias poblaciones, en detrimento, debido a la escasez, de la distribución a nivel mundial. 

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha denunciado “la desigualdad grotesca en la distribución de las vacunas contra el Covid-19”. Como ha sido relatado por la prensa, el pronunciamiento ha sido realizado por el Director General de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, que ha denunciado “el acaparamiento de las vacunas por los países más desarrollados y ha instado a compartir con los países más pobres y con mayor dificultad”. Asimismo, ha señalado que “los países desarrollados prefieren vacunar a los jóvenes y a las personas que no están en riesgo, en detrimento de vacunar a los trabajadores sanitarios y las personas mayores de los países pobres”. También ha señalado la importancia de crear “la conciencia de la vacunación universal” para evitar la aparición de variantes, que, como un búmeran, recaiga en los propios países desarrollados. Asimismo, hace un llamado a las empresas farmacéuticas “para que otorguen las patentes a otros países con la finalidad de incrementar la producción mundial de vacunas” para enfrentar en el más breve plazo la pandemia. 

A pesar de las críticas al nacionalismo de las vacunas y al llamado de la OMS para actuar contra la pandemia de modo universal, se produce un creciente uso geopolítico de las vacunas. Las controversias entre las grandes potencias fabricantes de vacunas, incluidas China y Rusia, han generado que los países más pobres enfrenten el reto de la consecución de vacunas bajo los objetivos políticos de estas potencias. El rol de la Cancillería en esta tarea es muy importante. Sin embargo, otros países ya se nos han adelantado. Además, el gobierno no ha promovido la autonomía y autosuficiencia en vacunas mediante el suministro de fondos, recursos humanos y flexibilización normativa para crear la vacuna peruana, tal como lo han hecho los países desarrollados. El turno de la vacuna para los países pobres tardará años. El Perú se comporta hasta la fecha como si lo fuera. La ciencia y la salud pública evidencian que no hay salida viable para el mundo hasta que se logre la protección de todos los humanos. ¡Urge realismo político y medidas eficaces para proteger el proceso electoral y la salud!

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