Una vez más se reitera la brecha entre el numero de votos y el número de curules que obtienen los partidos. La valla electoral, la cifra repartidora, el ausentismo, el voto blanco y el nulo han logrado, por ejemplo, que un partido que ha obtenido solo el 10.7% de los votos, en lugar de obtener 13 congresistas, es decir el 10% de 130, obtenga 25 curules, casi el doble. Un porcentaje que no han obtenido en votos. Es necesario realizar los cambios legislativos para evitar que casi el 50% de la población no se sienta representada en el Congreso de la República.
La excesiva fragmentación y la limitada representatividad ante la población del Congreso de la República deteriora la gobernabilidad y la fortaleza del propio Poder Ejecutivo. El presidente no ha obtenido el respaldo electoral necesario para gobernar. Incluso, al partido político que en modo expreso ha manifestado su afinidad con el Gobierno, tampoco le ha ido mejor que a los otros. La polarización política extrema le ha pasado factura al presidente, porque la elección congresal complementaria no le ha sumado aliados políticos. Además, la dispersión de las minorías congresales –no solo en el aspecto numérico sino también ideológico, programático y reivindicativo– replanteará la agenda política. Es probable que el propio gobierno intente construir una nueva agenda para ganar aliados y legitimarse. Sin embargo, no será fácil. El nuevo Congreso ha nacido polarizado. La prueba de fuego será la elección de la mesa directiva y luego la agenda mínima concertada, no solo al interior del Congreso sino también con el Poder Ejecutivo.